10 Abr VINOS DORMIDOS BAJO EL VOLCÁN
Cerca de un pueblo de la Rioja Alta, Casalarreina, tuve la oportunidad de catar dos vinos de cosechero, criado en barricas muy antiguas de roble americano. Los vinos eran de la misma uva, tempranillo y garnacha, de la misma añada, incluso de la misma barrica, pero dos botellas totalmente diferenciadas, cosecha 2013.
Uno era duro, muy tánico, desequilibrado y el otro equilibrado, aromático, untuoso. Le pregunté al bodeguero, ¿a qué se debía esta diferencia? Los ojos se le iluminaron como estrellas en la noche, la sonrisa era la expresión más marcada en su rostro tosco y curtido por los años de vendimia; me comentó que parte de la bodega-cueva, se derrumbó por fuertes lluvias y parte del vino se quedó enterrado, y al restaurar la bodega, cueva por necesidad de almacenaje y por recuperación sentimental, descubrió que la mayoría de las botellas enterradas estaban intactas y sin romperse. Las probó para ver si se podían comercializar y cuál fue su asombro que habían mejorado en solo 8 meses que fue el tiempo que habían estado enterradas……
Esa idea se quedó siempre en la cabeza del equipo de Viña la Vica, hasta que hace unos días, como recuerdo al Covid19, se materializó el proyecto ideado: enterrar las botellas de vino en el picón del Volcán de Bandama, en el corazón del Monte Lentiscal, en el interior de Viña La Vica.
Se enterró a una profundidad de 1,50 metros. Así se logra un gran equilibrio en la conservación de los vinos, dado que las variaciones de temperatura, humedad y de presión atmosférica son tan lentas y constantes, que afectan positivamente al vino.
Se enterró el mejor vino, variedad tintilla, con una crianza en roble francés de 10 meses, cosecha 2017.
Lo mejor de todo es que existen botellas del mismo vino sin enterrar, dentro de unos meses podremos hacer la comparativa y la evolución del vino.