21 Mar MÁS PENSAMIENTOS DE UN VIÑADOR PARA SOBRELLEVAR EL COVID19
Aveces convendría cerrar los ojos un instante, sentir y amar, trasladarse a los alrededores del Volcán de Bandama, en el Monte Lentiscal en la isla de Gran Canaria, recoger con tus manos esa tierra de picón que da cobijo a la cepa Malvasía, y sentir la brisa en la cara, oír el crepitar del picón bajo tus pies y la sutileza del cantar sinfónico de los canarios del monte; olfatear la naturaleza olores de geosmina cuando llueve y ver las hojas de las viñas cuando retornan al suelo en el invierno, creando una paleta de colores inimaginables.
Las personas que sentimos el vino, solemos crear nuestro propio sentido de la realidad, nuestro propio ensueño, el alcanzar la emoción perfecta frente al vino.
Sin embargo, se trata de una realidad muy común entre los amantes del vino, que correteamos por la vida buscando esa deglución para rematar un día más, con positivismo e ilusión, invirtiendo nuestras palabras coherentes en una copa de vino.
Palabras que parten desde el corazón o aún más profundo del alma que terminan describiendo y pronunciando lágrimas, esas últimas gotas que quedan atrás para contarnos historias, esas gotas que resbalan por el cristal de nuestra copa para incitarnos a la devoción, a la espiritualidad.
Cuando vemos, olemos y saboreamos un vino, percibimos, el resultado de la alquimia entre el hombre y la naturaleza.
Buscamos un sorbo de luz como una ventana iluminada por los rayos del sol que maduran nuestras uvas. Un trago de vida, una copa de VidSnt2, un sorbo de pasión, de amor, ese instante de placer, esas gotas de elegancia, ese perfume, esa impronta….
21-3-2020 Luis Delfín